El petróleo y el gas natural tienen su origen en los restos de plantas y animales microscópicos que vivieron en el océano hace millones de años, los cuales absorbían la energía del sol. Esta energía se almacenaba como moléculas de carbono en sus cuerpos que se hundieron en el fondo del mar cuando murieron. A lo largo de millones de años, estos sedimentos y otras plantas y bacterias formaron capas de un polímero orgánico llamado kerógeno.

Tanto la arena como la arcilla y otros minerales fueron enterrados con el kerógeno durante el tiempo geológico y se convirtieron, finalmente, en rocas sedimentarias con abundante kerógeno.  A medida de que las rocas sedimentarias alcanzaban mayor profundidad, el calor y la presión comenzaron a aumentar. La cantidad de presión y el grado de calor que recibieron es lo que determinó que el material se convirtiera en petróleo o en gas natural.